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jueves, 26 de febrero de 2015

Adiós a mi querida y bella rusa, Tallulah





Estos no son días tristes. Son días dramáticamente negros y tristes. Demoledores. En cuestión de unas semanas, desde enero a ahora, mi hermano Oliver y yo, hemos perdido a nuestro hermano mayor, Eduardo, a nuestra madre, Pilar, y ahora a nuestra preciosa borzoi, Tallulah. Tres miembros de nuestra familia (pues por supuesto, nuestros perros son familia), nos han dejado y lo han hecho abandonándonos y quedándonos nosotros, desconsolados y tristes. terrible y desoladoramente tristes. Quienes pierdan a su madre o hermano o améis como merecen a vuestros perros, o gatos, da igual, comprenderéis nuestro estado actual. Te envuelve la pena, la oscuridad y el frío te atenaza el corazón.










Nuestra amada Tallulah, después de luchar durante meses con una salud más que delicada, se puso muy grave, en un estado tristisimo, que rompía el corazón, el pasado jueves 19. Ni siquiera podía ponerse en pie, lo cual, tratandose un perro tan grande como un borzoi, resulta devastador, para quien lo contempla. Dos días ingresada en una clínica y con todo tipo de análisis realizados, no han servido para evitar que afectada por una pancreatitis, al parecer originada por los corticoides que ha tomado durante estos meses, pudiera salir adelante. El sábado nos la trajeron a casa medicada y con la esperanza de que mejorara, pero nada más verla, nos dimos cuenta de que esa posibilidad, era imposible. Seguía sin ponerse en pie, y si lo lograba, se caía. Su lengua, prácticamente negra, le colgaba permanentemente por un lateral de su boca. La fiebre no acababa de desaparecer y además, respiraba con dificultad. Incluso su cara, la expresión de su preciosa cara, lo decía todo. Ya no era la misma.

Rompe el corazón ver, ser testigo, de la decadencia de estas nobles criaturas. Un ser, hace tiempo, lleno de salud, energía y gracia, se convierte, un día, en alguien que rompe el alma con solo contemplarle. Aunque nunca, hasta el último momento, ha perdido su nobleza, cosa que no se puede decir de muchos humanos, que nunca llegan a poseerla, aún no siendo, ni por asomo, conscientes de ello.














Hoy domingo (cuando escribo esto), después de quedarnos sin ella, Oliver y yo, con nuestras dos criatura, nos hemos ido a pasear al parque buscando el calor del sol, que tanto necesitabamos en nuestros helados corazones, Mi hermano, paseando con nuestra galga Lolita, detrás del pequeño Margarito y yo, se ha echado a llorar. Cuando le he pedido que dejara de hacerlo, señalando a mi espalda, enfadado, me ha dicho: "¡La estoy viendo!"






De la misma manera que su sola y mera existencia, alegra y llena tus días, su ausencia y desaparición, te sume en un estado de inevitable tristeza. Todo está desangelado a tu alrededor. Sigues viéndola en casa. tumbada en el sofá, la cama o el hall. Parece que continúa siguiéndote, cada vez que te diriges a la cocina, y no importa lo que te vea comer, ya sea sandía, almendras, pan o patatas chips, ella parece estar detrás de ti, esperando su porción. Comer es lo que más le gustaba en el mundo, aunque estos últimos días no quería probar ni sus cookies. Lo cual, demostraba lo mal que estaba.

Es doloroso seguir viendo muestras de su precioso pelo por la casa y en mi ropa. Es lo que pasa cuando abrazas a alguien con un maravilloso y sedoso pelo. Y aún puedo sentir su olor. Olía de manera deliciosa, más como un ave, que como un perro.













Ya no me despertará por las mañanas, tumbándose en la cama junto a mí, a lo largo de mi cuerpo, con su cabeza sobre mi almohada, pegada a mi cara. Ya no me dará con la pata, cuando dejo de acariciarla, para que siga haciéndolo. Ya no me avisará, como si llevara un reloj en un oculto bolsillo, cuando llegue la hora exacta de la comida o la cena. Ya no se sentará junto a mí, en los bancos del parque, colocando su precioso culo sobre la madera, junto al mío. Ya nada será igual.






Ha sido durante todos los años, de su corta vida (siempre son breves las vidas de los perros, por muchos años que vivan) una maravillosa criatura. Admirada, querida y valorada por muchos y despreciada por algunos necios ciegos e insensibles. Incapaz nunca de morder a ningún perro, incluso cuando le han mordido a ella. Era tan noble como bella. Aunque testaruda también. Pero supongo que esa era otra de sus peculiares y encantadoras características. Y ha sido muy amada, que es muy importante. pues demasiados perros, son dramáticamente despreciados sin conocer el amor que absolutamente merecen. Más que la mayoría de los humanos, según mi larga experiencia en este mundo.







Te echaremos muchísimo de menos, preciosa y querida rusa. Pues te recordaremos siempre y tardaremos en hacernos a la idea de que ya nunca te veremos. Espero que en otra existencia, si. Yo continuare añorándote cada vez que ahora camine con dos únicas criaturas al extremo de sus correas. Nada podía hacerme más feliz que verme reflejado en escaparates con dos galgas y un pequeño Margarito. No concibo la vida sin ese maravilloso reflejo.













La vida es, con gran diferencia, mucho más triste y por supuesto, más gris, sin tu presencia. Tenerte todos estos años a nuestro lado, ha sido un maravilloso privilegio. Te beso donde más me gustaba hacerlo, cariño, entre tus preciosos ojos.






Nos queda tu recuerdo, tus fotos, y varios mechones de tu precioso pelo.






Y aún no he sido capaz de tirar todos tus juguetes de peluche que pueblan la casa, con los que seguías jugando a pesar de ser una borzoi ya anciana y que se han quedado inútiles e ignorados ya para siempre. 

Y tu collar, que te ha durado toda una vida, gracias a la excelente calidad del trabajo de Paula, de Oklahoma, sigue colgado en el hall, con los que los que usan cuatro veces al día los que siguen aquí. 






No te olvidaremos, preciosa rusa. Ya estás para siempre en lo más cálido de nuestros corazones. Yo te siento ahí, todos los días y a cada momento.





TALLULAH

3 de marzo del 2005
22 de febrero del 2015











Doy gracias al cielo a que mi Lolita y mi Margarito, siguen con nosotros. 

miércoles, 18 de febrero de 2015

Huérfanos



Mi hermano Oliver y yo, nos hemos quedado huérfanos. Solos con nuestras tres criaturas e irremediablemente tristes y huérfanos. A los 93 años de edad y después de 18, siendo destruida, cruel y lentamente, por el Alzheimer, Pilar, nuestra madre, nos ha dejado. Y nos deja solos, desamparados, con el corazón y el alma rota de tristeza, y asustados. Ella no era consciente, pues dejó de serlo lentamente, hace mucho, pero mientras era cuidada por nosotros, también nosotros eramos cuidados por ella.








18 años de enfermedad y decadencia, son demasiados y hacen que resulte difícil pensar en ella, recordarla, en un estado lejano a la enfermedad. Resulta complicado recordarla hablando o contando cualquier cosa; algo tan sencillo como eso. Algo como tratar de recordar su voz. O conseguir rememorarla riendo, o enfadada, o cantando, o cosiendo. Cualquier cosa que ella hiciera en el pasado... hace más de 18 años que dejó de hacerlo. Trato de visualizarla viendo películas. Contemplando con una sonrisa y en silencio, a sus admirados, Rock Hudson, Cary Grant o Stewart Granger... Le encantaban. 






18 años, son demasiados, y extremadamente duros, para haberlos compartido con tu madre, cuando ella, poco a poco, deja de saber quien es e incluso quien eres tú.

Recuerdo verla sentada en el sofá, frente a la televisión, viendo películas, mientras tricotaba o cosía. Y la recuerdo observando un vestido o una blusa, en televisión o en una revista y con un papel grande, sacar ella sola el patrón de esa prenda que le había gustado, para, en unos días, tener ella misma un vestido calcado del que había visto.






Cosía muy bien. Y cocinaba muy bien. Las mejores croquetas de pollo que he comido nunca, las hacía ella. Y la más asombrosa, deliciosa, laboriosa y espectacular (pues era un deleite hasta para la vista), menestra de verduras que he saboreado, también era obra suya. Alarmados, nos dimos cuenta de que algo iba mal, el día en que sus deliciosas patatas rebozadas en salsa de vino blanco, resultaron cualquier cosa, menos deliciosas. Nos alarmamos. Como el día en que se empeñó en que al cocido, se le había echado canela toda la vida. Incluso ella misma se dio cuenta de que algo iba mal, aquella vez que bajó al hyper a comprar algo que había olvidado y volvió a casa un buen rato después, con una barra de pan y llorando, pues no recordaba que era lo que debía comprar. Rompe el corazón pasar por esas situaciones y también lo rompe el recordarlas hoy. El Alzheimer es una dura y cruel enfermedad. Y muy triste. Una persona a quien quieres y estás unido, como tu propia madre, comienza a desvariar, olvidar y perder facultades a diario, hasta que llega a mirarte con desconcierto, como si quisiera conocerte, pero no está segura de ello. Como sus conversaciones, que comienzan a producir tristeza, por lo ilógico de sus argumentos, para convertirse en incongruentes y poco después, directamente dejan de existir. Un día ya, simplemente, no habla.






Recuerdo con una sonrisa, cuando en bodas o reuniones familiares, después de escuchar a cuñadas, primas o sobrinas, sobre lo maravillosos que eran sus hijos y las carreras y licenciaturas que lograban, ella, abría el bolso, orgullosa, como solo una madre puede serlo, y sacaba su sobre de recortes de prensa en los que aparecían ilustraciones publicadas mías...

Pilar ya ha descansado. Y nosotros, supongo que también, aunque preferiríamos no tener que hacerlo y poder haber seguido cuidándola, durante más años.

Espero que esté tranquila y feliz, en algún sitio, junto a su madre, que perdió con solo cuatro años, con dos de sus hermanas, que murieron hace décadas, las dos de cáncer, mientras ella estaba segura de que sería la siguiente, pero el destino decidió que a ella le tocaría otra cruel enfermedad. También espero que esté con su marido y nuestro padre y con nuestros perros y gatos que se fueron antes de ella, incluso, con Dimitri, Robin y Nikolai, que la conocieron a ella, pero ya no ella a ellos. Y espero que esté con sus otros hijos fallecidos de niños y con Eduardo, nuestro hermano mayor, que ha muerto solo 25 días antes que ella. Solo espero que todos estén juntos en algún lugar. Y que nos ayuden de alguna forma, a los que quedamos con el corazón roto, solos y desvalidos en este.









Me rompe el corazón, descubrir a Lolita, nuestra galga, en la habitación de Pilar, junto a su cama, observándola vacía, con solo el colchón antiescaras sobre ella. Como ver al pequeño Margarito, deslizarse bajo el edredón de la cama de Eduardo, como hacía cuando él sufría los inútiles estragos de las sesiones de quimioterapia. Ahora se refugia solo.

Desde hace unos días, también el sofá ha quedado con mucho espacio para ellos.









Hace unas semanas, quise comprarle a Pilar una tiara, por que no se me ocurrió otra cosa mejor, para una madre enferma de Alzheimer. No llegué a comprarla y ahora lo siento en el alma. He colocado una falsa en esta foto, aunque por supuesto, no es lo mismo.








Pilar

3 de junio de 1921
6 de febrero de 2015





La vida sigue para nosotros, espero. Aunque Oliver y yo nos hayamos quedado solos y huérfanos. Y en este gélido invierno, sentimos aún más frío a nuestro alrededor.