El otro día, fui con las galgas a dar un paseo. Fue breve, pues con el calor, no quieren estar en la calle. Caminan como vacas viejas. Yo con mis rodillas fastidiadas paseo tirando de ellas y regañándolas:
"¡Pero que clase de galgas sois!" "Parece mentira!" "¿Donde está vuestra energía?". Ellas, me miran como llamándome gilipollas mentalmente. Y la gente que me ve, también. Hemos ido al estanco a comprar tabaco, pues lamentablemente, sigo fumando. Me había quedado sin un puto "Coronas" negro y mi hermano había salido sin dejar un cigarro en casa, con lo que llevaba media hora sin fumar y un tanto tenso con el mono.
Al salir del estanco, me he pasado por el establecimiento de lotería, a la espera de poder cambiar mi vida de una vez y con ella, la de algunos/as más. De camino, me paré en el escaparate del anticuario que me pillaba de camino. Además, pensaba en todo lo bueno que esa lotería podría proporcionarme.
¿El dinero no da la felicidad?
Ver a mis galgas sobre ese césped, para mí sería la felicidad
Al dejar el anticuario detrás, y antes de llegar a la codiciada lotería, oigo a mi espalda la voz de un niño que dice:
"¡Alaaa...! ¿Puedo tocarlos?" Yo, que ya me conozco la frase, me vuelvo para decir que sí, pero que
Tallulah se asusta de los niños (un trauma de la infancia), me quedo con la boca abierta, sin poder contestar, cuando el padre (de treinta y tantos años) que lleva a dos niños de la mano y los aparta de ellas, me interrumpe para decir:
"¡No! ¡Son muy grandes y dan mucho miedo!". En eso,
Lolita, me pega un tirón de la correa para acercarse a olisquear un árbol, con lo que nos hemos quedado rezagados y el papá con los niños nos han adelantado y dejado atrás. Yo sólo he podido gritar, para que me oyera:
"¡Anda, que...!". Él se ha vuelto al oírlo, pero ha seguido su camino como si nada. He estado tentado de tirar de
Lolita, que seguía olisqueando el árbol y salir corriendo tras él, para decirle que él si que daba miedo, educando de esa manera a sus hijos y creándoles traumas estúpidos. ¿¡Dos galgas dan mucho miedo!? Querría haberle dicho que
la gente como él, no debería reproducirse.
No sé si conté o pensé hacerlo, lo que una chica le dijo a su hijo de unos tres o cuatro años al ver en el parque a las galgas hace unos meses:
"¡Si no te portas bien, esos perros tan grandes te van a morder!". Me enferma que digan eso. Fui yo el que me me mordí la lengua para no montarle un número. Ahora me arrepiento. No soporto que ciertos padres hagan que sus hijos teman o crezcan careciendo de un sentimiento de empatía hacia los animales.
Otro caso reciente de hace unas semanas: Estaba (otra vez) comprando tabaco y cuando me vuelvo hacia atrás, veo a un niño de también como tres años, sólo y con una especie de espada láser de juguete que le arrea un golpe, con ganas, en todo el hocico a
Lolita. Yo, me quedo alucinado y le digo que por qué ha hecho eso. Le explico que eso no se le hace ni a los perros ni a nadie. Él, por supuesto, enmudece y se va. Mientras pago el tabaco, el estanquero me explica que es el hijo del de la tintorería que hay al lado y que sus padres son un desastre, pues el niño se pasa el día en la calle, de acá para allá y que un día ocurrirá una desgracia. Antes de salir del estanco, oigo detrás de mí al niño ladrar a gritos a las galgas, pegado a ellas. Yo ya me enciendo. Le explico que ellas SON PERROS y NO están ladrando. ¿Por que lo hace él? Vuelve a enmudecer y se marcha. Yo salgo a la calle como loco hacia la tintorería, veo a un señor en la puerta y le explico lo que ha hecho el niño. Me dice: "¡A mí no me diga nada! ¡Dígaselo a él, que es su padre!" señalándome a un chico de unos 21 años, con cara de no ser muy inteligente precisamente, que sale del interior.
Vuelvo a contar lo que el niño ha hecho y le explico que estas galgas son unas santas, pero puede topar con otros perros, que sin ser malos, simplemente no toleren que les arreen en el hocico ni les ladren en su cara. Que vigile al niño y que le explique que eso puede ser peligroso. El tintorero con cara de idiota, no parece haber entendido nada de lo que le he contado, o al menos, la mitad de ello. Lo único que acierta a decirle al niño, ignorándome a mí y sin dirigirme la palabra, es "¡Pídele perdón al perro!", pero como de coña, como si se descojonara de todo lo que he tratado de hacerle entender. Yo, aún más indignado, abandono y me largo con dos galgas detrás. Una de ellas, humillada.
Luego, sin ella conocer este caso, una amiga me cuenta que el chico de la tintorería, que es un crío, de 21 años, pero un crío con muy pocas luces, ha venido con su mujer y su hijo de un pueblo hace nada y parece de otra época por sus opiniones. Que monta unos números en el bar que hay al lado de su local, de caerse de culo. Cuando le proponían los demás de ir a tomar copas por ahí, él decía que sí, pero luego había que ir de putas (delante de su mujer). O que los gays (él, por supuesto, dice maricones) están enfermos. El dueño del bar le advirtió que no podía decir esas cosas en público cuando tenía un negocio y podían darse por ofendidos muchos de sus clientes. Para empezar, a ese bar acuden a desayunar personas que tienen locales en esa misma calle, como una escuela de danza, peluquería, tienda de mascotas, el anticuario... No es que sea Chueca, pero todos ellos gays. Y todos ellos podían ser también clientes de su tintorería. Que debería tener más respeto. Cuando mi amiga (que al oír todo ese tipo de opiniones, dice que le salen canas verdes), le pregunta a su mujer que como puede decir esas cosas su marido, ella, sin parecer tampoco muy lista le responde con un escueto:
"¡Yo no le escucho!" a lo que mi amiga le dice:
"Pues deberías. Es tu marido y tienes un hijo con él". Otra vez más, pienso en que personas así, no deberían reproducirse.
Otro día, de paseo en el parque con las galgas...
Veo que dos niños han partido dos grandes ramas de un arbusto y están dando con ellas, grandes ramazos, pero con ganas, a sendos rosales. Y gritando, a la vez. Uno de esos rosales que están ahí para deleite de humanos y de
Tallulah.
Yo me dirijo a ellos, en vista de que la madre no se inmutaba y leía en una revista en un banco a pocos metros de la escena y les explico que eso no se hace. Que las plantas también son seres vivos, no se las maltrata y que están destrozando esos rosales. Se quedan quietos mirándome y uno me dice:
"Ha empezado él" señalando al otro. Yo, ignorándole, les digo que los rosales no se han metido con ellos para que les traten de esa manera. El otro:
"¡No es verdad! ¡Al agarrarlo me ha pinchado!". Y me muestra la mano como si algo le hubiera mordido.
¡Encima de vándalo, tonto y respondón!
La madre, seguía sin levantar la vista de la revista. Estuve a punto de gritarle:
"Ya es tarde pare estos, pero... ¿Que tal una ligadura de trompas?".
No dejan pasar a mis galgas al hyper y a casi ninguna tienda.
Pero estoy hasta el culo de ver niños horriblemente mal educados, que corren por los pasillos, gritan y hacen que empujar el carro y decidir que comprar, sea una tortura, mientras su madre, eligiendo con meticulosidad el calibre de unos pepinos, parecía estar en coma. Incluso me han cogido las cosas de la cinta de la caja, al pagar, a lo que su padre, para mi desesperación, tardaba una eternidad en reaccionar. Esto siempre hace que piense en Herodes como en alguien digno del premio Nobel.
Cuando yo era niño, era muy bueno (ahora ya no, pero cúlpenle a esta vida) y no me separaba de mis padres en la calle o las tiendas. No me tenían que llamar la atención por nada y si lo hubieran hecho, me habría dado un síncope. Era buenísimo. Todo el mundo lo decía.
Si me decían: "Sientate ahí", me sentaba ahí durante horas sin moverme. Y si me daban un caramelo (siempre de conocidos) llevaba el papel hasta una papelera. Y nunca tiraba un chicle al suelo, que es algo que detesto.
Nadie sabe lo que significa quitarle un chicle pegado a los pelos de entre los dedos de un borzoi.
No puedo evitar pensar que la gente se reproduce y se pone a tener hijos siendo incapaces de educarles como sería lo ideal. Como personas con educación y sentido del respeto. Hay muchas excepciones, por supuesto, pero estas me suelen sorprender bastante, como un matrimonio joven y vecinos míos que tienen dos hijos, niño y niña, de cuatro y dos años respectivamente. Es un placer encontrármelos muchos días en el patio cuando estoy con Lolita y Tallulah. Desde el primer día, ha insistido en que sus hijos se acercaran a ellas y les explica siempre que lo hagan con tranquilidad, sin agobiarlas. Bueno, a Lolita. "A Tallulah, respetarla y dejarla en paz, que no le gusta que la agobiéis". Les dice. La primera véz que le dije que a Tallulah no le hacían gracia los niños, ella me contestó: "¡No me extraña!". Ver como los dos críos entran en el patio y corren gritando de alegría hacia Lolita, me hace reír a carcajadas cada vez. Los dos la abrazan y se extasían acariciándola. Su madre les habla como a seres inteligentes y adultos. Obviamente, esos críos crecerán siendo buenos, inteligentes y fantásticamente educados.
Pero eso no es lo usual. Si los niños son unos vándalos maleducados, será por que sus padres tampoco deben de ser un dechado de virtudes. Abundan los padres con hijos malcriados y terriblemente mal educados. A mí, incluso muchos me dan miedo.
Hace bastantes años, conocí al hijo de una amiga y me dejó pasmado como se comportaba, razonaba y sabía escuchar a los adultos. Era un placer tenerle alrededor. Había recibido una educación envidiable. Estoy seguro de que ahora será un adulto ejemplar.
Me gustan los niños educados, inteligentes, buenos y que además tienen sentido del humor, lo cual creo que es consecuencia de la inteligencia.
JODO EN LA PRIMERA CITA
Pero hay muchos padres que, viendo los resultados, no deberían reproducirse. ¡Ni tener animales!