Definitivamente, para mí, más es más. Y como dijo la única e inolvidable Diana Vreeland: "Más es más y menos, un aburrimiento". Comprendo cómo en asuntos como la decoración de una casa, un atestado entorno, abigarrado de cosas, muebles, cuadros, color y sin apenas espacio libre, puede asustar e incluso agobiar a quien prefiere espacios blancos, despejados y sencillos, carentes, según ellos, de cosas superfluas ni nada que posea unas décadas de antigüedad. Pocas cosas hay para mí, más importantes que lo superfluo, el color y las cosas de otras épocas. Esos espacios blancos, modernos y despejados, me hacen sentir como en un quirófano. Me dan frío y me siento como si me fueran a intervenir en el mismísimo recto.
Al menos han tenido la mínima sensibilidad
de incluir alguna planta que añade un tono de color
Una casa repleta de cosas bonitas y color, me resulta acogedora. Me gusta el arte, por lo que yo no colocaré un cuadro en una pared para decorarla; llenaré cualquier espacio libre con uno de ellos, pues son muchos los que me gustan, como lleno mis estanterías de libros, por que son muchos también los que atesoro. O plantas, CD's, DVD's... Alguien con gustos minimalistas, muy contrarios a los míos, me dijo en una ocasión que tal vez los que somos abigarrados y barrocos en nuestros gustos, poseamos más imaginación. Yo, sinceramente, creo que sí puede tener relación. Necesito estar rodeado de color y multitud de cosas a las que mirar. Disfrutar mucho con todo lo que me rodea. Mi imaginación, creatividad y espíritu, se enriquecen con ello. Es inevitable ser así.
Cuando descubro casas de gente que me hacen pensar que coinciden con mis gustos y comprendo que lo que se acumula en su cabeza tiene relación con su personal hogar, me siento más comprendido. Eso es lo que me ocurrió cuando hace años descubrí el apartamento de Rudolph Nureyev en París.
Abunda el color en su casa, como en la naturaleza, a no ser que vivamos en el Ártico, pero incluso allí, hay muchas tonalidades de blanco y azul. Y abundan las cosas bonitas a las que mirar y por las que sentirse acompañado. Una casa fría, blanca y desoladoramente despejada, ha de hacer sentir más solo, o al menos a mí. El apartamento de Nureyev es el hogar de alguien muy especial, una persona poco común que ama el arte y posee el espíritu de otras épocas. Algo que entiendo bien.
En un interior como el suyo, no puedes tumbarte en el sofá
en camiseta o chándal, como un común mortal.
Has de poseer una imponente bata china,
cosa que también comprendo.
Y además, ser fotografiado por Lord Snowdon
Lo que me llama la atención es la poca abundancia de alfombras, las cuales me parecen indispensables para crear un ambiente acogedor. Supongo que la razón es que Nureyev era bailarín y quería sentir la madera bajo sus pies.
Tapicerías, pinturas, el revestimiento de las pareces...
Todo desborda importancia y en absoluto escasa personalidad.
Además, el apartamento al completo posee un importante
estilo clásico sin ninguna muestra de estridencia fuera de lugar
He de decir que no me vuelve loco la lámpara.
Demasiado antigua. Prefiero los chandeliers
del XVIII o XIX, con kilos de brillantes cristales.
También me choca la ausencia de plantas,
para mí indispensables.
Unas kentias realzarían aún más el lugar.
Y tampoco yo descarto la idea de incluir cosas
más modernas
Y es un placer comprobar que no solo yo,
elige el color rojo para pintar unas paredes.
Hay quien prefiere vivir en una casa blanca y sencilla. Aunque Nureyev y yo no. Definitivamente para mí, más es más. Cada vez tengo más claro que en otra vida he vivido en el XIX.
Hasta la tumba de Nureyev está lejos de ser sencilla. Es la tumba de alguien que resultó ser un artista importante y muy especial. Y con una poco común personalidad.
Toda ella está cubierta por una alfombra formada por un precioso mosaico