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sábado, 3 de abril de 2010

¿Crees en fantasmas?





He tenido varias experiencias en mi vida como para decir que sí. Creo en fantasmas.

Tenemos una casa rural en un pueblo de Segovia.




En esta casa, mis abuelos paternos criaron a sus hijos, entre ellos mi padre. Esta casa, antes de pertenecer a mi abuelo, fué la vivienda de otra familia. En ella hubo un incendio. Fue restaurada antes de vivir mis abuelos en ella. Aún pueden verse las vigas de madera del desván algo quemadas por algunas zonas. En esa casa he pasado parte de los veranos cuando era un niño y luego adolescente.




Está situada en la ladera de un monte. Sola. Rodeada de almendros. El pueblo más cercano está a medio kilómetro de distancia. Nunca ha tenido luz eléctrica. Al anochecer, la iluminación consistía en faroles de gas y velas.




Una noche de verano (yo tendría como 14 años), Todos dormíamos. Mis padres en una habitación. Mis tíos en otra. Un primo de mi edad, su hermano de 11 y yo, en otra habitación. En mitad de la noche, mi primo me despertó. Estaba aterrorizado. Nunca le había visto así. Había oído como se abría una puerta y alguien caminaba por el pasillo.




Yo le dije que a que venía tanto miedo. Alguno de nuestros padres se habría levantado. Pero él seguía aterrorizado y decía que no. No era ninguno de ellos. Traté de tranquilizarle y volví a dormirme.

A la mañana siguiente, nada más levantarnos, mi primo no tardó nada en preguntar si alguien se había levantado, abierto la puerta y caminó por el pasillo. Nadie lo hizo. Fué entonces cuando yo me asusté.




Otro verano, años después, yo estaba en la cama intentando dormir. A mi izquierda dormía mi hermano. La habitación estaba totalmente a oscuras. Los techos de la casa son de madera. Tablones y vigas de madera. Sobre el techo de mi habitación hay un palomar, pero hacía años que no había palomas.




Este palomar es abuhardillado. El techo es bajísimo y abuhardillado. Una persona, tiene que desplazarse con el cuerpo doblado y la cabeza casi a la altura de las caderas, por la parte más alta del palomar. Todo estaba en completo silencio, a excepción del ruido que hacían los lirones corriendo por el palomar. No paraban, daban carreras y más carreras. Yo, totalmente insomne, los escuchaba correr con sus pequeñas patitas.




De repente, cesaron de correr. Así de golpe. No se les oía. Todo era silencio. Yo me quedé escuchando y esperando que volvieran a correr. Me gustaba oírles. Y me gustaba verles cuando les sorprendía alguna vez en la oscuridad del pasillo del pajar, iluminándolos con la linterna.

Todo seguía en silencio. Yo continuaba escuchando. Entonces oí claramente pasos en el techo. Alguien caminaba en el palomar, sobre mi cabeza. En los tablones del techo sonaban pasos. Atravesaron por completo el palomar. Fueron como ocho pasos que oí con absoluta claridad. No debería decir que toda la familia dormía y además, para subir al palomar, hay que hacerlo por una escalera que está en un pasillo al que hay que llegar pasando por mi habitación. 




Yo me asusté. Más bién, me horroricé. Me quedé paralizado con los ojos cerrados y buscando una explicación. En esto, pude sentir, pués aunque hubiera abierto los ojos no habría visto nada por la total oscuridad, que alguien, una presencia, me observaba desde los pies de la cama y lo que es peor, alguien más, otra presencia, estaba de pie junto a mí, y se inclinaba, como observándome, cerca de mi cara. Juro que lo viví.

Fuí incapaz de moverme ni de abrir los ojos. ¿Y si, a pesar de la oscuridad podía ver a quién yo estaba seguro de sentir?




Permanecí así, inmóvil y aterrorizado durante mucho rato, hasta que me dormí.

Uno o dos años después. Una prima nuestra, mi hermano y yo, decidimos pasar el fín de año en la casa de Segovia. Estabamos hartos de las fiestas de fín de año de Madrid. demasiada gente, demasiadas copas y demasiado ruido. Queríamos alejarnos de todo y de todos.

En Segovia hace un frío tremendo en diciembre. la casa, deshabitada y en mitad de la nada... Encendímos la chimenea nada más llegar. Déspués de cenar, nos metímos los tres en una cama enorme y helada. Nadie quería dormir solo. Aún no nos habíamos dormido cuando los tres pudimos oir perfectamente como sonaba el picaporte de una puerta de una de las habitaciones. Hizo clack! y oímos el chirrido de las bisagras  al abrirse. Otra vez el chirrido y el clack! del picaporte al cerrarse. Como si alguien hubiera entrado o salido. Nos quedamos paralizados. ¿No estábamos solos?




Debo explicar que mi madre instaló cerrojos en todas las habitaciones, por la parte exterior de estas, para evitar que alguien accediera al interior de la casa si entraba por una ventana. Si ocurriera esto, sólo podría entrar a esa habitación cuando la casa estaba deshabitada.

Después de quedarnos los tres terriblemente asustados en la cama, al oir la puerta. Mi hermano, no sé si el más valiente o el más inconsciente, se levantó llevando una vela en una mano y un cuchillo de la cocina en la otra. Mi prima y yo, nos quedamos en la cama con las mantas tapándonos hasta las cejas.

Después de recorrer la casa, mi hermano volvió a la habitación y nos dijo que todas, absolutamente TODAS las puertas, tenían el cerrojo echado.

A la mañana siguiente, volvimos corriendo a Madrid.

2 comentarios:

  1. Hola, jo me miedo, oye, ¿en que pueblo esta la casa?

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    1. Perdóname, pero prefiero no decir donde se encuentra la casa. Y ha sufrido bastantes asaltos y robos, al estar sola y no quiero dar aquí más pistas de su ubicación. Comprende que está absolutamente desamparada, por eso solo he dicho que en un pueblo de Segovia, sin más pistas.

      Muchas gracias por decirme que te ha dado miedo lo que has leído.

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