El otro día, oí decir a alguien en televisión, que la vida de un perro valía tanto como la de una persona, yo no estoy de acuerdo, o no exactamente. Creo firmemente que la vida de un perro vale más que la de muchas personas que pueblan el mundo, pues estamos rodeados de gente despreciable y los perros nunca lo son. Llevo toda mi vida conociendo perros y personas y cada vez, estoy más convencido de ello. Están llenos de virtudes y no poseen nuestros defectos, como dijo Lord Byron.
Y seguramente estoy de acuerdo con lo que dice Luna Miguel, al afirmar que el perro no es el mejor amigo del hombre, porque el hombre no sabe tener amigos, pues en el caso de los perros, es verdad que muchos no saben apreciarles como se merecen. Si lo hicieran, se darían cuenta de que son amigos inmejorables, como nunca encontrarás. No son volubles e infieles, como los humanos. Y nunca, nunca, dejan de amarte ni te abandonan. Eso lo hacen los humanos.
Sollozos y ladridos: así es el corredor de la muerte canino
Cuando hablamos de “sacrificio” imaginamos algo sagrado, algo necesario para que el mundo siga siendo armónico, algo hermoso, en cierto sentido, porque recuerda a aquellos episodios que leíamos en libros viejos a propósito de los siempre furiosos dioses clásicos. Sin embargo, hoy la palabra sacrificio sólo tiene un sentido, y es el de asesinato. Por eso, cuando escuchamos o leemos en las noticias que en tal país o localidad un número determinado de animales va a ser sacrificado, lo que en realidad quieren decir es que su exterminio será terrible.
En Taiwán, por ejemplo, más de 80.000 animales son llevados a las cámaras de gas, envenenados o asfixiados a lo largo de un año. La mayoría de ellos son perros callejeros, todos enfermos, tristes y abandonados, que a falta de un hogar caliente, aparecen moribundos en las aceras y son llevados a esas perreras en las que su futuro nunca resultará nada prometedor. Horrorizado por el conocimiento de estos datos, el fotógrafo Yun-Fei Tou se decidió a hacer una serie de retratos a distintos perros minutos antes de que se los llevaran a morir.
Para Yun-Fei Tou era primordial mostrar esta realidad al mundo, y entonces tuvo que dejar a un lado todo impulso artístico, pues lo que aquí importaba era convertirse en el altavoz de una atrocidad. Lo que esta sesión fotográfica nos demuestra es que abandonando a nuestros animales somos nosotros los culpables de que a diario se produzca tal cantidad de muertes horrorosas. Aquí nadie está libre de culpa, y por eso hay cada vez más cooperativas de todo el mundo que procuran concienciar a las personas de que adoptar y apadrinar animales es, esta vez sí, absolutamente necesario, absolutamente hermoso y absolutamente sagrado.
Luna Miguel
© Todas las fotos son de Yun-Fei Tou
Fuente: www.playgroundmag.net
Gracias, Josu.