Era yo un jovencito muy tierno, cuando fui al teatro a ver "Flowers" con mi hermano y otros amigos. No había visto nunca en mi vida, nada igual, ni en un teatro, ni fuera de él. Y estoy seguro que tampoco volveré a verlo. Ni siquiera las posteriores obras de
Lindsay Kemp, se pueden comparar con aquello. Para empezar y según yo lo recuerdo, el patio de butacas, el teatro entero, olía increíblemente bien y con una fragancia única, diferente y muy especial, que venía desde el escenario y era debido al maquillaje y polvos con que se blanqueaba todo el cuerpo, la compañía al completo. La iluminación del escenario, centrándose en solo lo que había que mirar en cada momento, permaneciendo el resto del espacio, prácticamente en total oscuridad, sin decorados, con solo unos andamios, hacía que esos cuerpos en escena, absolutamente blancos, brillaran como fantasmas.
Creo recordar, que nadie, ningún personaje en la obra, decía una palabra, solo
El Increíble Orlando, uno de los actores, que además era invidente, aunque no era fácil descubrirlo, cantaba, en un momento dado y poniéndose en el centro del escenario, cara al público, "Bye, Bye, Blackbird". También cantaba "I'll be Around", imprescindible en la versión de
Billie Holiday y "Over the Rainbow".
Nadie hablaba, solo se escuchaba música, canciones como "You're My Thrill", cantada también por
Billie Holiday y cuyos primeros acordes, con esas cuerdas tan dramáticas, ya me recordarán siempre a "Flowers", cada vez que la escuche. O "Toot Toot Tootsie", por
Al Jolson. En determinada escena, aparecía
David Houghton, convertido en un arcángel, descendiendo por los andamios, mientras
Lindsay estaba sentado y desplomado, sobre la mesa de un café.
Lindsay fascinado, se levantaba y muy exquisitamente, se acercaba a él y le pedía fuego. El arcángel sacaba un mechero de su suspensorio y le encendía el cigarrillo, mientras sonaba "La vie en rose" cantada por
Edith Piaf. ¡Magnífico!
En gran parte de la obra, solo había silencio. Era emocionante. Era un espectáculo único. Lo que se desarrollaba en el escenario, ante la vista de todos, difícilmente lo olvidaríamos ninguno de los allí enmudecidos, impresionados y fascinados presentes.
Lindsay conseguía hacerte soñar. Lograba hacerte dejar este mundo y ser testigo de una historia en otro, totalmente irreal. Era algo onírico, mágico e increíble. Parecía como si al entrar al teatro, nos hubieran obsequiado con una pastillita alucinógena y todo fuera consecuencia de sus efectos. De todas formas, ni con los efectos de alucinógenos o estupefacientes, llegabas a presenciar algo como lo que todos allí, fascinados y perplejos, estábamos descubriendo.
Lindsay Kemp nació en Cheshire, Inglaterra, como el sonriente gato de la
Alicia de
Lewis Carroll (lo cual me parece lógico), el 3 de mayo de 1938.
Su padre, marinero, desapareció en el mar en 1940 y
Lindsay recuerda bailar en la mesa de la cocina, maquillado y haciendo puntas, para entretener a los vecinos, lo cual llegó a ser demasiado para su madre, que con ocho años le mandó a un internado. Más tarde, él y su madre se mudaron a Bradford, donde
Lindsay se matriculó en la escuela de arte y estudió danza. Formó su propia compañía a primeros de los sesenta.
Lindsay Kemp en un retrato de 1962 por Robert John Swan
Colección del Victoria and Albert Museum
David Bowie y Kate Bush, fueron sus alumnos.
La
Wikipedia le define como bailarín británico, actor, profesor, mimo, artista y coreógrafo. Además de la lista de obras que ha representado a lo largo de su carrera, hay que añadir su participación en películas y series de televisión. Hace años, se instaló en España, para luego establecerse en Italia.
He de decir, que no soy un entusiasta de los mimos, precisamente. Incluso me suelen poner de los nervios, pero
Lindsay Kemp es diferente. No es lo que yo definiría como un mimo, aunque su estilo se base más en la mímica que en la palabra.
Cuando finalizó la representación de "Flowers", la primera vez que asistimos a verla, estábamos todos tan emocionados y asombrados por el efecto que nos había causado, que corrimos a los camerinos para ver a
Lindsay Kemp y felicitarle. Entrar en esa zona, la de los camerinos, también era una experiencia inolvidable. El olor, ese intenso olor a maquillaje y polvos, lo invadía todo. Aún me parece poder olerlo. Y por el pasillo, te cruzabas con los actores, aún con el aspecto espectral del escenario, pero más tangibles y sonrientes.
Lindsay nos recibió encantado y encantador, todo sonrisas y muy amable, dándonos besos a todos los que de repente, invadíamos su camerino.
Aún iba con su aspecto del escenario, maquillado, empolvado, vistiendo solo unas mallas blancas y el suspensorio blanco de escena.
Mi hermano
Oliver, es el que se encargó de hablar con él en nombre de todos. Los demás, parecíamos como en presencia de la Virgen de Lourdes, enmudecidos, sonrientes y como en éxtasis. Él, pareció agradecernos sinceramente la visita y las felicitaciones y después de unos instantes, le dejamos otra vez solo frente al espejo.
No recuerdo si días o semanas después, volvimos a ver "Flowers" y también a
Lindsay, en su camerino. Él nos recordaba y volvió a ser amable y encantador. Mi amiga australiana,
Carol, de la que hablé
en otro post, le definió (nunca lo olvidaré) como "Egotistical bastard" (bastardo egocéntrico), lo cual seguramente era cierto.
Carol era muy perspicaz e inteligente, con esos ojillos suyos, como de
Shirley McClaine. Mientras la obra continuó en cartel, durante semanas o meses, no recuerdo, volvimos a verla varias veces y siempre fuimos a saludar a
Lindsay al camerino. Y él siempre fue amable, educado y encantador. Y cada una de esas veces que aparecíamos, daba muestras de alegrarse de vernos. Puede que esas visitas, como las de otros admiradores, le alimentaran el ego de manera formidable y para él fueran tan necesarias como los aplausos y ovaciones, como emocionantes para nosotros.
Tiempo después, volvimos a ver a
Lindsay Kemp en el escenario, representando otras obras. Recuerdo su adaptación de "Salomé" de
Oscar Wilde, donde él, por supuesto, era Salomé.
También recuerdo "Sueño de una noche de verano" de
Shakespeare. Aunque muy disfrutables, el impacto ya no fue el mismo causado con "Flowers", donde algunas veces, la belleza era difícil de soportar y llegaba a causar dolor, de tanta emoción. Siempre recordaré esos días, como los días llenos de magia y que difícilmente se repetirán. Como el olor del maquillaje de
Lindsay, que nos envolvía y nos llevábamos encima, al salir emocionados a la calle. También la última imagen del escenario, con
Lindsay vomitando sangre y acabando iluminado con un cañón de luz, hasta acabar en total oscuridad, que se te quedaba grabada en la retina.
Lidsay Kemp es un artista, capaz de crear arte maravilloso con su especial y único talento y presencia y no los sádicos y crueles toreros.
He aquí una muestra:
(Por favor, pon antes en pausa el reproductor de música en la barra inferior de la pantalla. Gracias)