Mientras mi hermano y yo lavábamos a mi madre Pilar, enferma de Alzheimer, me miro reflejado en el espejo del baño, llevando una camiseta fucsia (¿o será cyclamen?) ajustada y un pantalón de chándal estrecho negro con bandas blancas en los laterales y en un acto, supongo, de tratar de elevar mi autoestima, exclamo en voz alta: "¡Estoy buenorro!". ¡En la hora en que lo hice! Oliver, apartando un instante la vista de la esponja, me mira y dirige la vista a las alturas poniendo los ojos en blanco. Cien puñaladas en el corazón, habrían sido menos dolorosas, estoy seguro.
Fotografía de James Bidgood
Si algo echo de menos en esta vida, además de mi pelazo de la juventud, es mi cintura, también de esos años, cuando me decían que tenía tipito de bailaor. Y no importa que mis nalgas estén firmes, ni que mi cara no posea las arrugas que deberían ser normales en alguien de mi edad, echamos de menos lo que perdemos, ya sea pelo o cintura, y resulta inadmisible que sustituya el azúcar por la sacarina, deje de beber cerveza y Coca Cola, trate de evitar las comidas excesivamente calóricas, las patatas fritas, los frutos secos, etc. etc. etc... No importa, mi cintura no solo no llega a parecerse a la de hace unos años, si no que tampoco sufre alteración o mengua ninguna. Y si adelgazo un kilo una semana, a la siguiente, sin motivo aparente, he aumentado kilo y medio. Mientras, la ropa que no me puedo abotonar, languidece de pena en el armario. Mi cintura un desastre. Me hago viejo. La vida es puta. Y mi hermano, un cabrón.
Oliver está padeciendo de mucha ansiedad. Nos acucian los problemas y además son graves. El tener a tu madre con Alzheimer desde hace 17 años, es uno de ellos. Debido a esa ansiedad, mi hermano, cuando no puede más, se toma un "Trankimazin". Yo, que nunca recuerdo los nombres de los medicamentos, lo llamo "Tranquilin". El problema es que esa pastilla, le hace el mismo efecto que si se hubiera tomado una botella de anís. Se pone lento, modorro, habla de manera calmadisima y con la lengua gorda, camina por la casa a cámara lenta, tambaleándose, y si se sienta, se queda frito, con riesgo de abrirse la cráneo contra el suelo. He pensado en atarle un cojín a la cabeza, para evitar desgracias. Ayer casi se sienta encima de su Cola Cao. Da pena verle. E irrita bastante, también. Yo le digo que deje de tomar esa mierda y él me contesta, muy lentamente: "¿Y lo tranquilo que estoooooooy...?". ¡Pero si estás drogao! le digo yo. A lo que me contesta, sentado y con los ojos cerrados: "¡Mientras no me cagueeeeeee...!" O te le cruzas por el pasillo, caminando como si se desplazara por la cubierta de un barco durante una tormenta y cuando le pregunto donde va, él me contesta: "A meaaaaaaar. ¡Si lleeeeeego!" Da mucha pena verle en ese estado. Pero se le ve feliz.
Puede resultar sorprendente el pensar en las horas, la enorme multitud de horas, que he pasado desde que era un adolescente, viendo cine. Películas en programa doble de cines de barrio, desde malisimas películas a joyas del séptimo arte, películas vistas en televisión hasta altas horas de la madrugada, casi siempre clásicos en blanco y negro, películas y más películas, acudiendo varias veces a la semana a la filmoteca, bien en compañía de amigos, o solo, como recuerdo haber visto "Dos en la carretera" de Stanley Donen y volver a casa, ya de madrugada, emocionado con la agridulce historia, con Audrey y Albert Finney y la música de Mancini. Películas clásicas italianas, británicas, francesas, japonesas, norteamericanas... Cuento esto, para explicar que he visto todo tipo de cine y disfruto con el cine. Y que no trago con lo que no me emociona, por muchas reverencias que se le hagan a muchos directores. Y si yo he visto mucho cine, a lo largo de mi vida, Oliver aún más.
Esta semana he visto dos películas: "Cosmopolis" de David Cronenberg y "Conversaciones con otras mujeres" de Hans Canosa.
No me levanté de la cama, a los veinte minutos de empezar a ver "Cosmopolis", por que estaba rodeado por dos galgas y un Margarito, que dormían pegados a mí, plácidamente. No quise despertarles. Pero Oliver, que se traga las películas hasta el último título de los créditos, aunque no le hayan gustado, hizo que me decidiera a seguir viéndola. ¡En la hora!
El protagonista es un joven tan frustrado como podrido de dinero (Excelente Robert Pattinson), que se pasa la vida en su limusina desplazándose por Nueva York, y recibiendo en ella, a una serie de personajes, con los que mantiene conversaciones que directamente, no tenían para mí, ningún interés, incluido su médico que le diagnostica, mediante un tracto anal, en la misma limusina, por supuesto, una próstata asimétrica, lo cual parece contrariarle bastante, aunque luego nos enteramos que no tiene ninguna gravedad. A pesar de tener tanto dinero como para pretender comprarse la capilla Rothko, es un ser autodestructivo. Incluso se carga a su propio guardaespaldas y va en busca de quien quiere acabar con él, para facilitarle el trabajo.
Me encantan las películas en las que no paran de hablar, pero siempre que lo que digan, y la historia, me fascine.
Esta película de Cronenberg, me resultó irritante y me hace sentir como si yo fuera un tarado, en especial, la escena con su peluquero. Oliver argumentó que era una película para personas inteligentes (con sorna). Aunque también a él le indignó. Yo ya he visto mucho cine y he aprendido que películas debo amar o simplemente disfrutar. "Cosmopolis" no es una de ellas. Hay películas de Cronenberg que me han gustado mucho, pero no esta, gracias. No puedo dedicar 90 minutos a una película como "Cosmopolis". Me resultó pretenciosa. La vida es ya bastante puta, como para perder mi tiempo con algo así. Necesito disfrutar con el cine, aunque sean melodramas lo que vea.
"Conversaciones con otras mujeres" es todo lo contrario. Protagonizada por los absolutamente espléndidos, Helena Bonham Carter y Aaron Eckhart, trata sobre el encuentro supuestamente casual en una boda, de una pareja que hace diez años que no se ven. Cada uno de ellos dos, ahora tienen otras relaciones y como en "Cosmopolis", no paran de hablar, entre ellos dos, a lo largo de toda la película. la diferencia, es que aquí si me interesa y me importa lo que se dicen. Ambos son personajes inteligentes, el guión es fascinante y la interpretación de ellos dos, deslumbra.
Cada una de las escenas, llenas de intimidad, resulta de interés. Es una historia de amor. O de desamor, más exactamente. Una película así, si merece mis respetos. Es un disfrute pasar hora y media presenciando esta historia.
Cuando esta película finalizo:
Oliver: ¡Como me gustan las películas con personajes inteligentes!
Yo: (Conociéndole) ¿Como "Cosmopolis"?
Oliver: ¡¡No tan inteligentes!!
No me levanté de la cama, a los veinte minutos de empezar a ver "Cosmopolis", por que estaba rodeado por dos galgas y un Margarito, que dormían pegados a mí, plácidamente. No quise despertarles. Pero Oliver, que se traga las películas hasta el último título de los créditos, aunque no le hayan gustado, hizo que me decidiera a seguir viéndola. ¡En la hora!
El protagonista es un joven tan frustrado como podrido de dinero (Excelente Robert Pattinson), que se pasa la vida en su limusina desplazándose por Nueva York, y recibiendo en ella, a una serie de personajes, con los que mantiene conversaciones que directamente, no tenían para mí, ningún interés, incluido su médico que le diagnostica, mediante un tracto anal, en la misma limusina, por supuesto, una próstata asimétrica, lo cual parece contrariarle bastante, aunque luego nos enteramos que no tiene ninguna gravedad. A pesar de tener tanto dinero como para pretender comprarse la capilla Rothko, es un ser autodestructivo. Incluso se carga a su propio guardaespaldas y va en busca de quien quiere acabar con él, para facilitarle el trabajo.
La capilla Rothko, tan depresiva como la película
Me encantan las películas en las que no paran de hablar, pero siempre que lo que digan, y la historia, me fascine.
Esta película de Cronenberg, me resultó irritante y me hace sentir como si yo fuera un tarado, en especial, la escena con su peluquero. Oliver argumentó que era una película para personas inteligentes (con sorna). Aunque también a él le indignó. Yo ya he visto mucho cine y he aprendido que películas debo amar o simplemente disfrutar. "Cosmopolis" no es una de ellas. Hay películas de Cronenberg que me han gustado mucho, pero no esta, gracias. No puedo dedicar 90 minutos a una película como "Cosmopolis". Me resultó pretenciosa. La vida es ya bastante puta, como para perder mi tiempo con algo así. Necesito disfrutar con el cine, aunque sean melodramas lo que vea.
"Conversaciones con otras mujeres" es todo lo contrario. Protagonizada por los absolutamente espléndidos, Helena Bonham Carter y Aaron Eckhart, trata sobre el encuentro supuestamente casual en una boda, de una pareja que hace diez años que no se ven. Cada uno de ellos dos, ahora tienen otras relaciones y como en "Cosmopolis", no paran de hablar, entre ellos dos, a lo largo de toda la película. la diferencia, es que aquí si me interesa y me importa lo que se dicen. Ambos son personajes inteligentes, el guión es fascinante y la interpretación de ellos dos, deslumbra.
Cada una de las escenas, llenas de intimidad, resulta de interés. Es una historia de amor. O de desamor, más exactamente. Una película así, si merece mis respetos. Es un disfrute pasar hora y media presenciando esta historia.
Cuando esta película finalizo:
Oliver: ¡Como me gustan las películas con personajes inteligentes!
Yo: (Conociéndole) ¿Como "Cosmopolis"?
Oliver: ¡¡No tan inteligentes!!
Fotografía de Bruce Weber
Dirán ustedes que tienen que ver estas dos películas con lo injusto de esta vida, pero creo que las fortunas en las personas que no se las merecen (¡Pobre niño rico!) y las relaciones imposibles, entre dos personas que se aman, son dos muestras de ello.
Tengo un vecino en mi barrio, al que conocí hace años en el parque, cuando yo iba con mi galgo Robin. Apareció un día, con un cruce de pastor alemán en silla de ruedas. Yo al acariciarle, sentí lástima al verle paralítico, con sus ruedas y dije: "¡Pobre!" El chico me dijo: "¿Por que? Él es feliz". Y es verdad que lo era. Corría con sus ruedas por el parque lleno de vitalidad y energía. Parecía ignorar que más que correr, rodaba. Pocos años después, tubo que sacrificarle, pues llegó un día en que empeoró mucho más y ya no era una criatura tan feliz. Meses después adoptó otro perro y en pocos años, ya iba por la calle con cuatro. Eran tres mestizos, de diferentes tamaños y un dóberman, tan grande como bonachón. Siempre se me subía encima cuando me acercaba. Cada vez que me les encontraba por la calle, la visión de él, con sus cuatro perros, me fascinaba. Y al despedirnos, siempre me esperaba para ver como se iban alejando. Me producía tanta felicidad, como parecía molestar a algunas personas con las que se cruzaba.
Fotografía de Cartier Bresson
Hacía meses que no le veía y hace dos días, como si fuera una premonición, me acordé de él. Ayer me lo encontré, mientras ambos cruzábamos una calle. Yo le conté que además de las galgas, tenía a un mesticillo adoptado.
Le pregunté por sus perros y me contestó que solo tenía uno, el dóberman. Uno lo ha tenido que sacrificar con un cáncer muy grave, otro se le quedó tan paralítico, que ni siquiera una silla de ruedas podría haberle ayudado. El tercero, se cayó desde la terraza del tercer piso de su casa. Yo me quedé en shock. Pensé, otra vez, en lo puta que es la vida. Y en lo que esas tres seguidas pérdidas podrían haberle afectado a él. Queda el consuelo de que han sido tres perros salvados, queridos y cuidados hasta su triste final. Pero no me negarán ustedes que esta vida es puta.
Y yo lamento no poderme permitir tener más perros. Ya es un sacrificio y una tremenda responsabilidad e incertidumbre tener tres. Me he vuelto a enamorar. Esta vez de esta pobre podenquita, necesitada de amor y abandonada por un cabrón cazador. Perdón por la redundancia.
Me resulta difícil de creer que exista un bípedo
más digno de ser amado
Y como parece que está difícil, lo de recibir alguna alegría, me entero que ha muerto Eleanor Parker.
Nos hemos ido quedando sin estrellas clásicas.
Y ya no las hacen así.
Bendita sea en las alturas
Eleanor Jean Parker
Cedarville, Ohio, 26 de junio de 1922
Palm Springs, California, 9 de diciembre de 2013
Mientras tanto, por si esta vida no fuera bastante puta, el Partido Popular sigue jodiendo.
Un beso, Lucía. Y otro para Pitusa y Angelina.