Tengo, desde hace años, tres amigas muy queridas de esas que sólo conoces de Internet, que viven en diferentes puntos de España y que esperas, después de tanto tiempo, de tantos comentarios y tantísimos e-mails (tengo guardados de cada una, entre 200 y 300), conocer algún día. Hemos compartido mucho juntos. Muchas penas y alegrías. Por lo que hemos llorado y reído a carcajadas leyendo y escribiendo esos e-mails. Eso, los lloros y las risas, crean el cariño y une mucho. Además, el comprendernos muy bien. También el intentar que perrillos maltratados encuentren amor, es una causa en la que los cuatro luchamos, aunque he de decir que ellas tres, son más dedicadas, eficientes, valiosas y fuertes que yo. Ellas podrían competir en un circo romano. Yo sería aniquilado nada más poner un pié en la arena. Las tres son admirables. Las tres tienen el corazón enorme. Una de ellas, posee un cuerpecillo como de adolescente, que hace que te preguntes como puede albergar tanta fortaleza y convertirse en el azote y desesperación de cazadores, desde su sitio de Facebook
"Perros de Casa". Ella es
Nayr. Las otras dos, la mamá del querido
Tato y compañía y
Arquepe, la mamá de
Diva, Himilce y
Nuala.
Tato, mostrando la belleza de un perfil.
Himilce, Diva y Nuala, dueñas y señoras del sofá.
Hace unas semanas,
Nayr vino a Madrid. Después de años de contacto, queríamos y teníamos que vernos. Solo había un día disponible para ello. Y era en una visita al museo del Prado. Para el Prado que me fui.
Allí estaba
Nayr, acompañada de
Carmen, otra mujer digna de conocer. Luego me enteré (
Nayr es un poco bocazas :) de que
Carmen quería evitar conocerme, pues se sentía intimidada por la imagen que podía tener de mi (!!?), por mi blog o algo así, lo cual me sorprendió, pues no me siento en absoluto capaz de intimidar a nadie, más bien al contrario. El caso es que ella enseguida se debió dar cuenta de ello, pues pensaba marcharse a casa y decidió quedar con nosotros después del Prado, para comer.
Al entrar Nayr y yo al museo, vemos la consigna y nos dirigimos como buenos ciudadanos y por comodidad, a dejar su pequeña mochila y mi enorme bolso (siempre llevo libros, cuadernos, portalápices, cámara... y otras cosas que nunca uso, pero siempre llevo encima).


Agarran el mío y dicen que ella puede pasar su mochila. Yo, por hacer una coña y por que me chocó, les digo a las tres extremadamente serias señoritas (¡tonto de mí!) que si ella tiene pinta de ser menos peligrosa que yo (con una sonrisa en mi cara) y las tres me miraron como si me fueran a reducir, tumbarme en el suelo y darme descargas eléctricas en los testículos (¡No es coña!). Y empiezan las tres a preguntarse entre ellas: "¿La mochila la pasa o la deja?" Nayr y yo esperando y ellas, mirándose unas a otras: "que la pase", "que la deje". ¡No se aclaraban! Lo peor, es que no hay sentido del humor en este mundo. No puedes hacer bromas con cualquiera, pues puede ser peligroso para tu integridad. Yo puedo llevar mi bolso grande lleno de pastelitos, flores, estampitas de santos, conejitos de peluche y caramelos de anís, mientras que Nayr, podría perfectamente haber llevado en su mochila, una navaja suiza, una botellita con ácido, un pequeño soplete de los que se usan para gratinar postres y un spray de pintura rosa fosforito. ¡Imaginaros si usa cada una de esas cosas en las salas de Rafael, Velázquez, Goya y Tiziano! Podría estar enajenada a causa de esa gentuza con escopetas, que le dejan correos chungos y... O se debieron de dejar llevar por su aspecto inofensivo y delicado, sin darse cuenta de su verdadera fortaleza y determinación.

"Strength Training" por Steven Klein para Dolce & Gabbana
Lo que más me sorprendió es que para dejar allí mi bolso, lo pasaron por un scanner y Nayr que podía pasar su mochila al interior, no. ¿Tengo yo pinta (con lo que mejoro al natural), de llevar una bomba? Nadie lleva una bomba en un bolso que combina a la perfección con el resto del atuendo. Tengo derecho a sentirme indignado. Estoy harto de que a las señoras las dejen pasar a los sitios con sus bolsos y a mí me digan que no. ¡Con la cara de no haber roto un plato que yo tengo!
Bueno, el caso es que tanto la mochila como el bolso, acabaron en la consigna y nosotros nos dispusimos a disfrutar de lo que allí nos rodeaba. Y había cantidades ingentes de obras de arte para lograrlo.
Algo que comentó Nayr, es que le impresionaba poder ver cara a cara, tantos cuadros que había admirado toda la vida viéndolos en los libros. Es algo normal el emocionarte al plantarte delante de todos ellos, ahora.
"Las lanzas" de Velázquez.
"La lucha de San Jorge y el dragón" de Rubens.
"Retrato de Balthazar Castiglione" por Raphael.
La ya célebre "Gioconda del Prado".
Incluso, para mi sorpresa, nos dimos de bruces con un cuadro que yo veo todos los días en mi casa.
"El amor divino y el amor profano" de José Madrazo.
Este. Más recortado y de menor tamaño.
(Debí haber elegido el verde oscuro que yo quería
para la pared y no hacer caso a gente que no tiene ni idea,
como el vendedor de pinturas)
Lolita y yo, aparentando estar ocioso y relajado
y difrutando con los excesos de Liberace, bajo el cuadro.
¿Por donde iba? Ya me he perdido. ¡Ah, sí! Recorrimos las salas durante dos horas y media que se nos pasaron en un vuelo. Parándonos ante muchas pinturas celebres y otras no tanto, pero con el mismo poder de fascinación. E incluso nos quedamos pasmados ante varias esculturas.
"Isabel II velada" de Camilo Torreggiani.
"Cristo yacente" de Agapito Valmitjana.
Cuando llegó la hora de retirarnos, pues debíamos llamar a Carmen, nos dirigimos hacia la salida siguiendo las flechas que lo indicaban. Dimos vueltas y más vueltas, pasando varias veces por las mismas salas y los mismos cuadros. El cuadro de una monja, nos llegó a inquietar bastante, de tantas veces que pasamos por delante de ella.
La venerable madre Jerónima de la Fuente, de Velázquez, pintado en 1620.
Nos miraba, cada una de las veces, como diciendo: "¡Jamás saldréis de aquí!". Y yo empecé a pensar que era cierto.
De repente, nos encontramos bajando unas escaleras y entrando en una sala cuya puerta era la de una cámara acorazada. había una placa que decía "Los tesoros del Delfín" y como estábamos más perdidos que nunca, debemos ser unos incoscientes y eso parecía prometer, nos metimos dentro. No había un alma, salvo la vigilante de seguridad, que parecía como si se estuviera haciendo las uñas y nos miró como si viniéramos a alterar su paz y tranquilidad. Pero ignorándola, dimos un paseo rápido admirando los muchos y preciosos objetos que había en sus vitrinas.
Salero de ónice y esmaltes, con sirena de oro.
Cuando, como al despertar de un desasosegante sueño, dimos con la salida, respiramos aliviados y nos encontramos con Carmen, con quién paseamos por la calle Huertas, camino de un lugar donde comer. Lo hicimos en la terraza en una plaza, sentados bajo pulveridadores de agua que aliviaron nuestro calor. A Carmen, de hecho, la aliviaron demasiado. Charlamos y comimos una rica ensalada de pepino, aromatizada con albahaca. Y por supuesto, hablamos de los pobres perrillos, de la mala gente, de los cazadores (una redundancia) y de nuestras amigas Arquepe, la mamá de Tato y Lucía, otra gran mujer que no tuve la ocasión de conocer personalmente, pero todo se andará. Hablamos de ellas (solo cosas buenas, buenísimas) y las echamos de menos mucho, deseando que hubieran estado también ahí. Además, he de decir que también nos reímos bastante.
Cuando me disponía a dejarlas, pues llevaba horas fuera de casa y no sé como estaban mi madre, recién salida del hospital, mi hermano y mis galgas, que se angustian (especiálmente Lolita) cuando falto de casa durante unas horas, me llama Oliver, mi hermano, mi alter ego, según creen algunas :) y me dice que donde estamos, adonde vamos y que se viene. ¡Todos para la catedral de la Almudena!
Allí, en el interior de la catedral, Oliver y yo las perdemos a ellas durante unos minutos y yo llego a pensar si habrán aprovechado para escapar de nosotros. Puede que nuestra compañía no fuera tan encantadora como podríamos creer. Mientras, hago unas fotos del interior y me horrorizo con el diseño de algunas de las vidrieras.
Bonita foto ¿Eh?
¡Horrorosas!
Pero al salir, allí estaban ellas esperando. Después de todo, nuestra compañía no debía de ser muy mala.
Pasamos los últimos momentos de la tarde tomando unas cervezas (Bueno, Nayr y Oliver, tónica y coca cola) en una terraza junto al palacio de Liria. Y debimos pasarlo bien pues las fotos (que no pienso poner aquí) de ese rato, nos muestran riéndonos. Nos despedimos con prisas en la plaza de España, pues se había hecho demasiado tarde para compaginar horarios de transportes varios y nos dirigimos caminando mi hermano y yo a casa, sintiendo que había sido un gran día y en una compañía inmejorable. También sentí que es fantástico conocer a gente buena. Saber que están ahí, aunque lejos de donde vives, pero cercanas.
Unas semanas después, Suena mi móvil y es Arquepe. "¡Alberto, acabamos de salir del Prado! (...)¿Donde nos vemos?".
Yo, después de quedar con ella y su marido y de levantarme del suelo, corro nervioso por la casa. ¡Arquepe está en Madrid! Yo alucino y Oliver alucina. ¡No puede ser verdad! ¡¡Arquepe!!
Unas horas después y ya de noche, les vemos a los dos frente al teatro Real. Sin conocernos personalmente, nos reconocemos enseguida y en la distancia. Todos corremos, nos abrazamos, besamos y nos volvemos a abrazar. Solo faltaba música para acentuar esa escena y un travelling circular. Y también, para mejorarla, el resto que no estaban ahí. Ni siquiera nos movimos de la zona de la plaza de Ópera. Nos sentamos en una terraza y bebimos y picoteamos y sobre todo charlamos. Especialmente Arquepe, que Dios (o quién sea) la bendiga, por que es un placer escuchar hablar a alguien tan locuáz y que lo hace tan bien.
Además, nos regaló unos preciosos abanicos con imágenes de Bouguereau, que nos han venido muy bien con esta tremenda ola de calor que nos invade.
Yo le regalé el original de un boceto que le mandé via e-mail, como sugerencia para una boda.
Arquepe además, insistió en que yo me mantenía muy joven, delgado y con grandes ojos inocentes, lo cual es para agradecer muchísimo, aunque te lo digan de noche y con poca luz. Ella no sólo es muy guapa, además tiene unos ojos que vistos de cerca, te caes de culo.
El tiempo se nos pasó en un vuelo y una vez más, nos acordamos de quienes ahí no estaban. Y deseamos poder encontrarnos, después de no sé ya cuantos años, con las entrañables mamá de Tato y Lucía.
Para colmo, Arquepe se empeñó en que quería conocer a mis galgas y nos fuimos a casa, pero prudente, prudentísima que es ella, no quiso subir. Tal vez por que yo le había advertido de lo revuelta que estaba o por la hora... bajé a Lolita y Tallulah al patio y se saludaron mutuamente, con alegría y gran cariño, especialmente por parte de Arquepe y sus abrazos. Fue bonito verlas juntas.


Yo doy gracias a los cielos por que existan personas tan buenas entre tanta gente que, cada día estoy más convencido, no lo son. No resulta fácil encontrar a personas que te impresionen tanto hoy en día y con tan grandes corazones. Además, mujeres. Luego me acusan de sexista, pero exceptuando al marido de Arquepe que fué un placer también conocer, este grupo de mujeres, todas, son dignas de admiración por diferentes motivos. Me hacen parecer ridículo a su lado, lo digo sinceramente. Y todas ellas, sin excepción, poseen una fortaleza de espíritu que yo aún no he encontrado en un hombre. Los habrá, estoy seguro, pero no se han cruzado en mi camino, con tantas cualidades como ellas. Las admiro a todas. Y admiro su fortaleza. Serían capaces de cualquier cosa.
Florence Welch para VOGUE por Norman Jean Roy, September 2012
Vestido de CHANEL y capa de Dolce & Gabbana
Son envidiables y dignas de admiración. Un gran beso para todas vosotras. Ha sido un enorme placer haberos conocido durante todo este tiempo. Y un ejemplo para cualquiera.
Y por obvias razones, doy gracias también a que exista el museo del Prado.