Es para mí, absolutamente emotivo leer este artículo sobre la pérdida de un perro tan amado. Sé por propia experiencia, lo que es pasar por ese terrible trance. Lo que significa perder a un ser con el que compartías una mutua adoración. Con seguridad, su adoración, superaba a la tuya.
Resulta enormemente conmovedor comprobar la relación eterna de amor, fidelidad y comprensión entre los dos. Una relación que raramente se da entre dos personas. Y una maravillosa relación, también, que se pierden todas aquellas personas que nunca han convivido con un perro. La relación de los cazadores con sus perros, no cuenta. Para estos, son meros instrumentos. Como el cazador (su nick lo dice todo: galgomuertonogasta) que hace poco mandaba indignado un email (AQUI) a Nayr, que se dedica a ayudar a perros abandonados. Decía:
"quien te ha dicho a ti que tener un perro de estas razas (galgos) en casa es tenerlo “bien” , estos perros necesitan el contacto con la naturaleza además es MENTIRA que sean cariñosos son ariscos".
Evidentemente, no ha tenido una relación con sus galgos como la de Antonio Alvarez-Solís con Rita. ¡Que triste!
Este artículo, me emociona hasta las lágrimas.
Articulo publicado en GARA 2/5/2010
“Murió hace tres días, dulcemente y con los ojos abiertos. Me buscó hasta el último momento para darme su beso fugaz. Durante siete años -¡Dios, que rápido pasa el tiempo!- pobló de compañía mis crecientes soledades de anciano.
Nunca me exigió nada a cambio de su inmensa y callada fidelidad. Apenas notaba sus pasos tras de mí cuando acudía solícita a reconfortarme con su presencia. Si la injusticia que puebla el mundo me cegaba de ira me enseñaba benevolencia. Con su vida inalterable en la verdad sencilla me adiestró en el ejercicio de la verdad que yace firme en el fondo del espíritu. Si me precitaba, me imponía prudencia. Si me atenazaba el dolor sabía darme calor. Si olvidaba mis deberes me rondaba con discreción. Si la requería acudía con paso presto. En mis insomnios, velaba. En mis angustias, permanecía quieta y vigilante. Amaba la naturaleza y me enseñó a contemplar con paz las entrañables picardías de los gorriones, el pájaro que te da las gracias cuando te roba la miga que hay en la mesa siempre opulenta a los ojos del necesitado. Me esperaba despierta hasta la madrugada. Amanecía presta y me acuciaba contra la pereza. Supo llevar su maldito cáncer con la candidez de quien no padece.
Al morir me enseñó a confiar en el más allá. Hoy sus cenizas, para mí sagradas, esperan pacientemente a las mías y en la noche escucho su respiración acompasada. Porque en todas las cenizas reside el Espíritu.
Cuando los hombres poderosos decretaron mi exilio ella aceptó con alegría el destierro y me enseñó el lujo de las horas. Mi nimiedad siempre la consideró importante y supo indicarme el destino verdadero, que es la visión de un árbol y el juego de las nubes. Se llamaba Rita. Nada más. Era una pequeña galga hija de padre desconocido. Nunca llameis perro a alguien despreciable.”
Antonio Alvarez-Solís periodista.
Qué hermosura el texto, triste pero bello al fin porque es de uno de esos humanos que tiene el privilegio de vivir junto a un gran amigo, fiel como pocos y que supo amarle y respetarle como se merecen, ellos.... nuestros adorados de 4 patas.
ResponderEliminarTú lo has dicho. Es una hermosura de texto. Triste y lleno de mutuo amor y devoción. Y también de complicidad. Esto es algo que se pierden muchas personas. Es muy raro encontrar todas esas características y cualidades en una relación entre dos personas que sea absolutamente ETERNA.
ResponderEliminarGracias Marita.
Un beso.